El aire tomará esta forma
Por Javier Villa

A partir de un ejercicio sobre el desarrollo de una intervención espacial en la Casa Escuela de Arte, dos alumnos de Karina Peisajovich decidieron echarse a contemplar el cielo. Ante la pregunta de la artista si la obra era observarlos a ellos contemplar el infinito o incitar al espectador a que lo haga, los alumnos invitaron a los presentes a tirarse al piso en la terraza de la escuela. Si el arte es un acto revolucionario, cabría preguntarse entonces si mirar el cielo es, en la actualidad, una potencial forma de cambiar el mundo.

El nuevo proyecto de Peisajovich, El aire tomará esta forma, inició su proceso revisitando a Espuma y Todas las imágenes del mundo, dos obras previas que aparecen como hitos fundamentales dentro de la carrera de la artista. La misma comienza a principios de los 90' con un eje sobre la pintura, que mutará al trabajo con luz en el espacio hacia finales de esa década. Espuma es uno de los primeros proyectos lumínicos de Peisajovich realizado en el año 2000, que marca definitivamente ese traslado de la pintura sobre tela hacia la modulación del espacio mediante el color y el movimiento proyectados por artefactos de luz. La obra es una composición de círculos de colores en estado nebuloso y constante superposición, con una energía pictórica centrífuga y desbordante y una imaginería alimentada por el teatro y los inicios del cine abstracto. Espuma plantea un primer, y tal vez sutil, forzamiento del acto de ver, donde se borronean los límites de la forma propuesta y de los colores entre sí y se pierde y recupera, en un vaivén de seducción retiniana, la brújula perceptiva que permite al ojo distinguir entre las dos y las tres dimensiones. Todas las imágenes del mundo es unproyecto de 2006 que persigue una síntesis conceptual; un nuevo punto de inflexión luego de seis años de trabajo con la luz. A diferencia de Espuma y su expansión centrífuga, esta obra plantea una concentración centrípeta, forzando aún más al ojo, ya que la luz en muy baja intensidad se vuelve imperceptible hasta confundirse con las manchas que produce la retina al ajustar la mirada a un espacio de oscuridad. Se trató de una anti-imagen en un espacio sin límites, que tiene potencialmente la capacidad de soltar y proyectar, en esa aparición ínfima y provocativamente infinita, todas la imágenes atrapadas en la memoria.

El aire tomará esta forma, que actualmente presentamos en el Museo de Arte Moderno, podría considerarse como una tercera obra dentro de esta familia, cerrando una trilogía. La pieza materializa ante el ojo una representación posible de aquello que pareciera invisible: percibir al color en absoluta desnudez formal (más allá de las líneas, los planos y sus límites) para llegar a sentir su longitud y frecuencia de onda. Peisajovich vuelve a forzar el acto de ver, intentando aquí empujar al ojo a que se encuentre con el color en estado puro luego de una paulatina adaptación retiniana. Y que sea el ojo, posteriormente, el músculo que comience a construir imágenes: lograr recuperar a la percepción como fuerza productiva al emanciparse parcialmente de su actual y constante actividad receptiva.

Si Todas las imágenes del mundo proyectaba conceptualmente una concentración posible de las imágenes que vimos en nuestra vida, El aire tomará esta forma apela a un futuro potencial. Imaginemos un mundo sin formas; lo que quedaría serían gradientes de color, como cuando miramos el cielo o abstraemos a la ciudad de un baño de atardecer y solo nos quedan impresas en la retina las luces que refulgen. Estaríamos ante un reinicio: la posibilidad de que el ojo en su capacidad productiva comience a construir formas, siendo así una herramienta para cambiar el mundo.

Javier Villa
Curador Museo de Arte Moderno de Buenos Aires
Octubre 2013

 

* La Casa Escuela de Arte es una escuela para jóvenes artistas de 16 a 18 años.



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